martes, 10 de septiembre de 2013

Solo un momento

Bueno...creo que es hora de retomar esto. y creo que la mejor manera es con mis escenas favoritas, los besos. esta escena en concreto está contada por los dos protagonistas simultaneamente, asi que usaré dos tipos de letra para que no os hagais un lio. Para ella utilizo esta. Y esta para él.




Le miré a los ojos, encontrandome con una intensa miradaque parecía atravesarme; me fijé en sus musculos, estaban tan tensos como los mios y teníamos la respiración agitada. Axel tensó la mandibula, tenía los labios rigidos.
Me cogió de la cadera, pegandose mucho a mi, eso me hizo estremecer; tragué saliva sonoramente, pero el nudo de mi garganta no desapareció.
Inclinó la cabeza un poco hacia la derecha,rozando mis labios ; lo cual me producía un cosquilleo...Pero cuando pensé que me besaría, descendió hasta mi cuello.


Las manos que tenían aferrada su cintura me temblaban, sentía el corazón bajo los oídos y no sabía cuanto aguantaría sin llevarla hasta la cama y cubrirla con mi cuerpo;por eso bajé hasta su cuello, pero no lo besé, me limité a recorrerlo, desde la clavicula hasta la mandibula, como una caricía casi imperceptible con los labios. Su piel se puso de gallina.
Cerré los ojos con fuerza, el deseo me consumía; y no sabía cuanto más podría acallar la insistente voz que me instaba a besarla con fuerza.
-Perdón-dije en un suspio cerca de su oido.
Le dió un nuevo escalofrío y suspiró de manera entrecortada,estaba muy tensa, con la espalda rigida.Me aparté un poco, quedando enfrentados.


Le miré, me dolía la mandibula de apretar los dientes, pero no entendía nada...hasta que me concentré en la intensidad de su mirada. Estaba intentando contenerse; el pecho se le movía abruptamente, y no había dejado de agarrar la cintura. Comprendí que Axel no querria arriesgarse conmigo, asi que devería dejarle su tiempo

jueves, 20 de septiembre de 2012

El inicio

 Bueno, esto es un prologo, espero que os interese, si es asi, iré subiendo el resto del libro por capitulos.


La duquesa lanzaba débiles gritos con cada contracción, habían pasado ya diez horas desde los primeros dolores.

Tendida en la cama, con las mejillas descoloridas y los ojos hundidos, se dejaba hacer por las matronas y los médicos que iban y venían en aquella habitación en penumbra, dando soluciones al problema que se les había presentado sin avisar.


Tenia el aspecto de una persona que se había abandonado a la suerte, se encontraba en un complicado punto, sin retorno, entre la vida y la muerte. Aquellos carniceros que se hacían llamar médicos le habían dicho que el niño se había atravesado en el canal de parto, otros creían que se estaba ahogando con el cordón, y otros simplemente sugerían que había sido el designio de Dios.


Otra contracción, no tenía ni fuerzas para quejarse, miró a su amiga Helena con ojos de súplica "acaba ya con este dolor, haz que todo termine" parecía gritar. Notó en el hinchado vientre una fría mano; era un médico, el más famoso y bueno de los alrededores, decían; todo adquirió un tono de tensa espera. Tras unos minutos se incorporó y miró de manera intensa a la Duquesa.


_ El niño - hizo una parada, todos en la sala aguzaron el oído - nacerá muerto.


Lloraría, si le quedase algo más que un ápice de vida; giró el rostro débilmente, quería mirar a su esposo a los ojos, no esperaba que llorase, pero quería saber si su rostro mostraba la mas mínima piedad por la muerte de su primogénito y el inminente fallecimiento de su esposa, pero se equivocó, como siempre.


El Duque estaba en el rincón más alejado del cuarto, sentado en su butacón de terciopelo rojo, el codo flexionado sobre el reposa brazos sujetándose el mentón; una vela iluminaba de forma tenue sus duras facciones; miraba atentamente la escena con aquellos ojos profundos que observaban todo, no movía un músculo, estaba abstraído, sumido en su mundo, como si la escena que se desarrollaba ante sus ojos no fuese con él.


Otra contracción, cada vez eran más fuertes; cerró los ojos y respiró creyendo que sería una de sus últimas oportunidades. Se tumbó  boca arriba de nuevo; su esposo jamás se había preocupado lo más mínimo por ella, la ignoraba por completo, solo había estado con ella una noche, hacía ahora casi ocho meses; poco o nada sabía de él, eso sí, las pocas veces que había podido observarle de cerca, le había servido para darse cuenta de lo extremadamente bello que era, aquellos perfectos ojos y sus suaves labios, enmarcados en un rostro sereno, correcto y con aires monárquicos; sus movimientos eran siempre tan precisos…, como si pudiese calcular sus sentimientos a la perfección, como si no se permitiese fallar jamás; y después estaba ese muro impenetrable entre sus pensamientos y ella.


Otra contracción, intentó gritar pero solo le salió un gruñido mohíno, no podía más. Helena le limpiaba el sudor de la frente cuando irrumpió en la habitación una figura encapuchada, por su forma de moverse; resuelta, atrevida, elegante; supo de quien se trataba; Aurea, la mujer a la que el Duque prefería, con la que tenía confianza y a la que ayudaba. Ella misma creía que eran amantes, aunque nadie les había visto más que una férrea amistad.

 La mujer le dijo algo al oído, y justo entonces se produjo algo que jamás pensó que vería, por primera vez, mostró sentimientos; se puso tenso, muy tenso, abriendo mucho sus ojos jaspeados; algo así como sorpresa, anhelo y, quizá, algo de preocupación. Masculló algo mientras miraba a la nada; Aurea contestó con un "sí, en el estudio". El Duque miró a su moribunda esposa, el feto estaba a punto de salir al exterior, como un diminuto y frágil cuerpo inerte; dijo algo a Aurea, solo que la llamó Elicia; esta miró a la parturienta por encima del gentío, miraba con indiferencia, como si no fuese con ellos.

_ Solo unos minutos - contestó ella.


Genoveva Porteaux noto como el cuerpo de su hijo se escurría hasta salir al exterior por completo; la española soltó un suspiro, en parte de alivio en parte de pena. Su marido se levantó de la butaca y, sin mirar su estado, fue apresuradamente tras Aurea. Genoveva, o madame Genevieve, como la llamaban ahora, cogió aire, cerró los ojos sobre el cómodo lecho de seda y expiró.


_ Que se encarguen de enterrarla junto con el niño por el rito que dicte su religión - dijo el Duque con voz firme y grave.


Este se encerró en un cuarto con su supuesta amante y un loco de treinta años, que afirmaba ser un ángel caído y había oído que Dios resucitaría a Lilith, la primera mujer. Lo que se preguntaban todos en el castillo era ¿porque esa información importaba tanto al Duque de Porteaux? ¿Porque se ponía tan melancólico y distante cuando oía el nombre de Lilith? Pero sabían, que aquella información jamás tendrían oportunidad de conocerla.



viernes, 17 de febrero de 2012

La muerte del inmortal

Me llevaron en volandas hasta un coche negro y alargado, tras de mi oía los llantos de Jessica, me llamaba desesperadamente con gritos desgarrados; me metieron en el coche y deje de oír sus lamentos. Me ataron las manos; la cuerda me quemó las muñecas, estaba hecha con sus alas, apoyé las manos en los cristales tintados queriendo ver por última vez a Jessica, pero los ángeles entraron en el coche, sentí un fuerte golpe en la nuca y todo se tornó negro.

Lamenté que lo único que había visto aquella mañana Jessica de mi había sido la cobardía  y sumisión, me había odiado y con razón; recordé el brillo de sus ojos cuando aseguraba que yo era fuerte, y la decepción cuando me había vendido a los ángeles, cuando me había rendido...Le había hecho mucho daño, le había ocultado demasiado, pero era por su bien, aunque no lo entendería nunca del todo, y lo comprendía.

Desperté dando profundas bocanadas de aire, intentando que el oxigeno llenase mis pulmones; tenía una bolsa en la cabeza, atada con un fuerte nudo entorno al cuello.

Alguien me puso de rodillas en un suelo frio e irregular, y me encadenaron con los brazos formando una "Y", yo me dejaba hacer, sin mover un musculo, como un guiñapo, me quitaron la bolsa de la cabeza, moví el pecho de forma convulsa, intentando que el aire inundase mis pulmones. Alguien se plantó frente a mí y se agachó apoyando las manos en mis hombros, el fatigado cuerpo cedió al peso, mi cabeza estaba a la altura de su estomago.

- Cobarde- dijo agachándose hasta situar nuestras miradas a la misma altura- Esta vez ni siquiera has luchado

El sonido de su voz llegaba a mí como un eco lejano, la imagen enfocaba y desenfocaba, era Cam, un joven ángel.

- ¿Está cómodo el "príncipe"?- dijo en tono burlón

Algo recorrió entonces mi cara y la comisura de los labios, y fue a parar al suelo con un ligero chapoteo, sangre, me habían golpeado la cabeza. Las manos de Cam me quemaban los hombros, el dolor era intenso.

- Veamos- se llevó el índice a los labios- Dios me dijo que me adaptase al guion, este tiene tres puntos- hizo presión sobre mí- Punto uno.

Se irguió y su rodilla fue a parar a mi estomago de forma enérgica, de mi garganta salió un sonido a medio camino entre un gruñido y un alarido, por unos segundos me quedé sin respiración.

-Punto número- se alejó un poco de mi- dos.

Cogió carrerilla con la pierna izquierda hacia atrás como un futbolista chutando penalti. La punta de su zapato fue a parar entre dos de mis costillas, esta vez sí lancé un alarido de dolor.

- Punto tres- rió maliciosamente, con una voz oscura y apagada, casi escupiendo las palabras.
Se alejó  tres pasos y pronto tres ángeles se me echaron encima inmovilizándome las piernas y la cabeza, note un pinchazo en el brazo izquierdo, me estaban drogando, me rompieron la camiseta, vi de reojo, en mis hombros, las marcas de las manos de Cam, como grabadas a fuego.

- Y el toque final- oí  otro ángel levemente.

Las cadenas que me retenían se elevaron dejándome a dos palmos por encima del suelo. El acero de los grilletes rasgaba mi piel poco a poco, destrozándome las muñecas, los brazos, ya cansados, intentabas separarse del resto del cuerpo y me costaba respirar.

- ¡Vaciadle!- ordenó una voz grave

Aquellas palabras me trajeron atroces recuerdos, ya había pasado por aquello "¡NO! ¡NO! ¡NO!" gritaba por dentro pero el sonido moría en mi garganta "¡NO!" Vi como cogían, un cuchillo de un marfil azulado, el marfil angélico, lo dirigían a mi "¡NO!" Me agitaba por dentro queriendo impedir que me tocasen la piel, pero solo podía observar, soñoliento. Mi desesperación aumentaba a cada minuto ¡Me volvería loco!

"Se fuerte" Siseó la voz del recuerdo a mi oído, era la voz de Jessica. Jessica, quise aferrarme a ella, a su recuerdo. Cerré los ojos. Sentí su mano deslizándose sobre mi pecho, repasándome el contorno de la clavícula, deslizándose desde mis hombros hasta las muñecas...

Abrí los ojos, sintiendo un tacto real, el del cuchillo en mi piel, en los antebrazos. Me desesperé, la ansiedad estaba latente, oía mi corazón bajo los oídos."Bum, bum". El filo comenzó a desgarrar la superficie, siguiendo la línea de las cicatrices que ellos mismos me había echo antaño.

Cerré los ojos "prométeme que nunca me abandonarás" me susurró Jessica. Estaba acostada esa tarde, con la mirada puesta en mí; recordé la serenidad de su cuerpo, la comisura de sus labios formando una cálida sonrisa; sentí el tacto de su pelo, deslizándose sedosa entre mis dedos, la presión que ejercían sus labios contra los míos....
El cuchillo ya no desgarraba, si no que cortaba, cansado de arañar en el dolor y haciendo ahínco en él. Noté como crujía al chocar contra el musculo, y continuaba sin piedad separando la carne del hueso. Apreté los dientes tan fuerte que creí que me romperían, quise gritar, gritar todo los que diesen mis pulmones y más, pero nada salió de mis labios sellados. La hoja continuaba su avance, hasta el inicio de las muñecas, implacable, partiendo venas y capilares, cortando tendones y nervios, lo cual aumentaba el dolor. La sangre negruzca salía a borbotones corriendo por el brazo y formando grandes charcos en el suelo. Esta vez no se habían conformado con simples cortes, esta vez me matarían. De pronto todo se tornó borroso

"¿Así es como comienza la muerte de un inmortal?" me pregunté antes de que mi cerebro se bloquease, todo se sumiese en la negrura y el desconcierto y la muerte me acogiese entre sus fríos brazos.

lunes, 6 de febrero de 2012

Toda la vida contenida en un susurro

Sara, ahora se llamaba Sara; todavía no se lo podía creer. Antes todo era perfecto, ¿por qué se había estropeado? Era feliz y nada le afectaba, ni siquiera la guerra cabía en su corazón, ocupado en su totalidad por Alfred; era el chico ideal y su familia le había aceptado por ser el chico perfecto para ella, el que la protegía en estos tiempos difíciles. Pero todo había acabado ya, y era consciente.
Plegó las piernas contra el pecho y escondió sus lágrimas al mundo hundiendo la cara entre las piernas, el sol brillaba débil tras las esponjosas nubes y de los árboles marchitos, prendían moribundas las hojas, mientras otras se amontonaban en las orillas de los caminos del parque propagando por doquier un ligero aroma a putrefacción, que se mezclaba con el olor a humedad y la nieve, que mataba las flores que se atrevían a salir, enterrándolas en su ataúd blanquecino.
Un soplo de viento gélido arremolinó el pelo de Sara, que se arrebujó en su abrigo y se bajó la falda para procurarse más calor. Asomó los ojos verdes, anegados en lágrimas, por encima de las rodillas; observó el paisaje, la verja metálica y el jilguero que se posaba en el esqueleto de un árbol cercano. Un poco más allá, las marchas militares no cesaban, con filas y filas de jóvenes soldados, con botas relucientes de un negro opaco y unos uniformes impecables, que semejaban planchados encima.
Recordó que hacía un año, había visto cruzar a los soldados desde el mismo lugar; pero entonces era feliz, como hasta hace dos horas; recordó como paseaba con Alfred mientras escuchaba con una sonrisa sus interminables historias y hazañas, recordó la forma en que saltó, brincó y gritó cuando este enseñó el anillo de compromiso y cuando fue con su madre y su tía a comprar el vestido de novia; la misma tela que ahora parecía más oscura y triste, tendida sobre la cama, cerca de los zapatos que jamás estrenaría…
Recordó, y eso la mató, encogió su estómago, la rabia más grande se apoderó de su alma y el corazón corría en una angustiosa y frenética carrera con el tiempo; deseó  con todo su corazón cambiar su melena caoba por una cabellera dorada; quiso gritar a pleno pulmón y sacar toda su rabia, desesperación y miedo.
Cruzó los brazos sobre las rodillas y apretó las uñas contra ellos volvió a esconder la cara, cerró fuerte los ojos en un desesperado intento de contener su ira.
Oyó unos pasos y levantó la cabeza enjugándose las lágrimas; era él, Alfred, caminando hacia ella serio y rígido con el uniforme de soldado, su pelo rubio muy corto y un gesto grave; la miró intensamente con unos ojos del mismo color que el azul del mar; caminaba pisando fuerte y firme como si todo Berlín fuese suyo. En uno de sus potentes brazos distinguió la esvástica, la misma que estaba presente en todos los rincones de la ciudad.
_ ¿Qué ocurre Laura? – le dijo con voz grave cuando llegó a su lado.
_ ¡Fuera!, vete – dijo  ella con voz rota – ya no me llamo así, ahora soy Sara.
_ ¿Por qué, que pasa ahora?
_Estoy muerta – susurró.
Alfred no comprendió al principio, pero cuando Sara destapó, lentamente, el brazalete de su brazo derecho, todo encajó. Intentó mantener un semblante frío como soldado que era, pero se desmoronó por dentro; miró fijamente el pequeño símbolo, solo era eso, un símbolo, pero significaba tanto…
Todo había terminado. Sabía que la única mujer que amaba y amaría estaba muerta.
Alfred  arrancó de cuajo su brazalete, ante los atónitos ojos de Sara; se arrodilló a su lado y la abrazó con una fuerza que jamás había utilizado, quería protegerla y lo haría.
Ambos suspiraron a la vez, sabían que acabarían muertos en poco tiempo; en ese suspiro iba toda su vida y esta era el periodo de tiempo que habían estado juntos.


Sara fue arrastrada hasta un tren de dudosa higiene, otros desgraciados se hacinaban en el pequeño vagón  de madrera mal construido.  El hedor era espantoso, a animal muerto, bueno, quizás eran ellas, todas aquellas caras sucias  de mirada desesperada y hambrienta, ellos eran los animales, los supervivientes que trasladaban al matadero.
Sara se golpeó la cabeza cuando dos soldados la arrojaron al cubículo, aunque le dolió no tenía la mente puesta en eso ¿Y Alfred? ¿que habían hecho con él? su madre le dijo que unos soldados se lo habían  llevado, ¿qué le estaría sucediendo? Entonces vio pasar cerca de las vías  del tren a uno de los amigos de su prometido; se esforzó por recordar su nombre, se esforzó y… lo logró.
-¡Allan!!!- gritó a pleno pulmón por los huecos que había entre una tabla y otra- ¡Allan por favor! – suplicó, al ver que el joven no le hacía caso.
-¡Calla judía!- fue la única respuesta que obtuvo de él.
Sara se sentó en el suelo de paja, no le salían ni las lágrimas, necesitaba saber de  Alfred; sabía por otros que los soldados que desafiaban al fuhrer eran  torturados y luego asesinados, si es que tenían esa suerte.
El tren arrancó levantando  una nube de humo y chirrió, alejándose de Berlín, de sus casas, de su vida; partían  al infierno y el billete solo era de ida.

Todos los músculos de su cuerpo  estaban entumecidos y le dolía cada centímetro del cuerpo; a Alfred lo habían torturado despiadadamente y arrojado sobre aquel banco mugriento comido por la polilla, era incapaz de realizar el movimiento más simple porque enseguida sentía un dolor agudo y penetrante, pero aunque así fuera, tenía que encontrar a Sara; según  sus cálculos ya estaría camino a un campo de concentración, tenía que ir a buscarla, tenía contactos y amigos “Allan, si tiene suerte se topará con él, le ayudará” se repetía; Allan era su mejor amigo, le había jurado lealtad eterna, no dejaría que la prometida de su mejor amigo fuera encerrada en Sachsenhausen, no la dejaría morir como a un perro.
Sara… su solo recuerdo le había ayudado a sobrevivir, su aroma dulce y el intenso olor a almizcle de su perfume; su pelo caoba y aquellos ojos verdes como la hierba que le encantaba  mirar  fijamente. Sintió una punzada de dolor, pero esta vez de nostalgia; la necesitaba tanto, allí, con él o, por lo menos saber que estaba bien, que Allan la había encontrado, que ella se salvaría se marcharía a otro lugar, otra ciudad fuera de Europa.
Alguien entró entonces en la celda caminando con paso firme, igual que solía hacer él, notó como le golpeaban de nuevo, solo pudo emitir un gruñido mientras lo manejaban como a un pelele. Uno de los soldados le dijo algo pero Alfred no estaba en condiciones de procesar información alguna, sus rodillas batieron contra el suelo y le obligaron a agachar la cabeza, seguramente le habían puesto ante el general. Efectivamente, al hombre que había seguido fielmente como un perro faldero, del que había obedecido ciegamente ordenes sin cuestionarlas jamás, le miraba ahora con la misma cara de asco que miraba a los judíos.
-No me lo puedo creer Alfred -comenzó lenta y amenazadoramente- tú, faltando a tu patria, al Fuhrer, no te reconozco.
Se arrodilló enfrente de Alfred, este notaba su aliento en la cara maltrecha; abrió los ojos para mirarle fijamente  por primera vez,  vio como la sangre le goteaba de la cara y caía en el suelo con un chapoteó inaudible. En los ojos del que una vez había sido su superior, vio lo que no creía, ese atisbo de locura y desprecio por la vida ajena; aquello le dio miedo, ahora sabía realmente hasta donde era capaz de llegar ese hombre, las atrocidades más horribles que había cometido y cometería, se dio asco a sí mismo por haber confiado ciegamente en alguien así.

-Eras un buen soldado, el mejor y más fuerte; y pensar que he estado a punto de nombrarte mi sucesor- su voz tenía un toque melodramático falso -pero no estoy aquí para recordar buenos tiempos- se levantó y alzó algo la voz -Dime Alfred ¿ por qué has hecho esto?
Alfred vaciló, sabía de sobra que era una pregunta retórica, dijese lo que dijese le matarían igual; que importaban los motivos. Uno de los soldados le pegó una patada en el estomago, Alfred cayó de bruces con las manos aferradas a él, y emitió el gruñido de nuevo.
-Quiero una contestación ahora si puede ser- dijo el general
-Amor- Alfred se asustó al oírse la voz áspera y quebrada, se levanto y miró desafiante a su superior.
Este irrumpió en sonoras carcajadas.
-¿Amor dices, pero tú no estabas prometido con una alemana? O resultó judía -rió otra vez de forma brusca- seguro que ahora tu defectuosa prometida está a punto de darse una ducha mortal. 
Todos los que estaban en la sala rieron, pero Alfred no lo pudo soportar más; hizo acopio de la poca fuerza que le quedaba y se lanzó sobre el general a la desesperada, pero le redujeron demasiado rápido.
-Pensaba pegarte un  tiro al irme -dijo limpiándose la sangre del labio- pero veo que a ti te van más los campos de concentración -hizo un gesto al soldado que estaba sujetando a Alfred.
Él sintió un golpe en la cabeza, un golpe seco, acababa de firmar su sentencia de muerte lenta y agonizante.

La verja  remataba en pinchos y se extendía hasta donde alcanzaba la vista, el suelo por donde pisaba Sara era barro, la ropa tenía un olor penetrante a muerte; en el ambiente solo se respiraban sentimientos agrios, el cielo parecía permanentemente encapotado. En aquel lugar se podían distinguir dos mundos, los felices opresores, con trajes impecables, siempre bien alimentados y una puerta de salida a su disposición; y los oprimidos, almas en pena, con ropas de muertos, desnutridos, la cara llena de barro y lágrimas resecas, con una frontera muy clara. Sara nunca había tenido tan claro que salir de allí con vida era imposible.
A través de las rejas vio algo imposible; saliendo de un coche, con las manos atadas a la espalda, luchando por zafarse de sus opresores y mirando de forma desesperada en todas direcciones, vio a Alfred.
-¡Alfred!- gritó de forma automática lo más alto que pudo.
Él se volvió hacia la voz pensando que era un eco del pasado, por la felicidad en que lo decía; pero no, era ella, en carne y hueso, allí. Otra vez sintió aquella fuerza inesperada y corrió hacia la valla, desde el otro lado Sara también corrió, pero alguien más lo hizo.
-Gracias por cuidarla- dijo Alfred cuando por fin llegó al lado de Sara.
-¿Qué?- Sara no lograba entender.
Notó de repente un tacto frio de metal en el costado y Alfred palideció.
-Allan, no serás capaz- logró decir.

El disparo fue rápido y seco, partiendo en dos, de forma limpia, el silencio del infierno terrestre, y acabó con dos vidas. Un disparo puede provocar muchas cosas pero, lo más probable es que venga otro disparo, y ocurrió; uno para él y otro para ella…
Él se tambaleó moribundo hasta una pared y en su muerte se llevó la cruz gamada, machándola de sangre cobarde.
Alfred observó como moría Allan, nunca la muerte le había producido tal alivio, sentía la justicia latente en la atmosfera; puede que su situación no cambiase, al igual que su futuro. Le susurró un “te quiero” a Sara y ella abandonó la vida.
Ahora ya no temía su destino porque la muerte es más dulce si un ángel te espera al otro lado.

jueves, 26 de enero de 2012

Vampire Diaries (crónicas vampiricas)

Esta vez toca hablar de una serie de televisión, haciendo un recorrido rápido por la sinopsis general de la serie (en breves se estrenará la tercera temporada).


Basado en las novelas de L.J.Smith se estrena en el canal "the CW" en septiembre de 2009, bajo el mando  de Kevin Williamson,  una de las series más exitosas hasta el momento; la primera temporada arranca con casi 5.000.000 espectadores y aunque se esperaba un descenso la serie se mantuvo en las dos temporadas por encima de los 3 millones de espectadores.


A lo largo de la serie los hermanos Salvatore, ambos vampiros, lucharan por el amor de Elena Gilbert, una chica cualquiera de un pueblecito llamado Mystic falls, en Virginia.


Principio de un nuevo curso, Elena Gilbert esta dispuesta a empezar una nueva vida con su tia y su hermano en una casa de Mystic Falls, con la ayuda de su mejor amiga Bonnie decide superar y dejar atrás el trajico accidente de coche en el que murieron sus padres y del cual ella salió ilesa. Pero todo se tuerce cuando conoce a Stefan Salvatore, un nuevo y misterioso alumno que no pasa desapercibido para las chicas del instituto,este no tarda en fijarse en Elena.Pero esta no sabe la verdad oculta tras Stefan; el verdadero motivo por el cual este se interesa por ella es por su singular parecido con Katherine, la mujer de la que se habia enamorado hacia mucho y que lo habia convertido en vampiro;lo que este pacifico vampiro desconoce es que su hermano mayor Damon, atractivo vampiro, mentiroso, sanguinario y engatusador, tambien ha encontrado a la chica, y dado su parecido con Katherine él tampoco tarda en interesarse por la muchacha. Elena no tarda en averigüar la naturaleza de los dos hermanos, y se enamora de Stefan, aunque Damon le haga dudar en ocasiones de la sinceridad de su hermano menor. Los tres se verán envueltos en complicadas tramas en las que se entremezclan Vampiros, brujas y hombres lobo.




La serie consta de un gran reparto:

Nina Drobrev












como elena Gilbert


Paul Wesley










como Stefan Salvatore



El guapisimo Ian Somerhalder











como Damon Salvatore



Y como critica personal, el mejor personaje de todos, sin lugar a dudas es el "hermanito malo" Damon; quien nos ha echo reir a tod@s con su humor negro, sus camibios de planes sobre la marcha y sus constantes criticas a Crepúsculo. Aqui os dejo unas cuantas frases de las mejores que tiene:

-Solo necesito unos pocos minutos de tu tiempo. Unas cuantas gotas de tu sangre. Una hora, más o menos, pasada conmigo a solas.
-Los vampiros no nos podemos reproducir, pero nos encanta intentarlo...
-Tal vez sea lo más egoísta que he dicho... pero te amo y no te merezco
-¿Te importa si te doy un mordisco?
-Las mujeres simplemente no se puede resistir a mi belleza, mi estilo, mi encanto y a mi valiente habilidad de escuchar a ... taylor swift.
-Di "Provocar" otra vez...tu boca se ve provocadora cuando lo haces...
-Edward es un dominado...
-Tal vez ya encontre a quien estaba buscando....Tu
-¿Qué tiene de especial esa Bella?
-Tengo un secreto, Jessica. Uno muy grande, pero nunca lo dije en voz alta. Es decir, ¿cuál es el punto? No va a cambiar nada. No va a hacerme bueno; no va a hacerme adoptar un perrito...
-Ya deja de hablar.Solo Besame.Se me distracción


Espero que esto os anime a ver la serie, estoy segura que os gustará, hay grandes actores, y muy buenos guionistas.

jueves, 15 de diciembre de 2011

En la oscuridad de la vida

La niebla devoraba poco a poco la ciudad de Londres la tarde en que nació Annatheme; el cielo levantaba entre los tejados como  un mustio velo gris y los demonios de la oscuridad engullían sin piedad las sombras que remataban otro día rutinario.

Y fue en alguna esquina del mapa de la ciudad donde Anna tomó su primera bocanada de aire; en medio de todas aquellas fábricas humeantes que parecían salidas de averno, tan cerca y al mismo tiempo tan lejos del siglo XVIII. Esqueletos vivían a duras penas, abandonados a su suerte por Lucifer, arrastraban sus desnudos huesos, recubiertos por pellejo sucio, por calles llenas estiércol, más bestias que humanos  gruñían a sus semejantes por una cola de rata en descomposición.

Un perro duraría allí lo que una exhalación, pues antes de echar a correr por entre los cadáveres vivientes que permanecían echados boca abajo en la carretera, le hincarían, sin dudarlo, los pocos y podridos dientes que les quedaban, a tan suculento manjar.

La actividad del lugar se intensificaban al amparo de las sombras, cuando los pequeños desnutridos salían de detrás de la basura, de los huecos hechos en la tierra y vagaban por la ciudad, lanzando gruñidos para hablar, devorando las sobras malolientes que los viandantes echaban a los gatos callejeros.

Y entre aquellos informes y harapientos guiñapos era difícil imaginar algo bello, una criatura dulce, cándida e inocente, que luchaba por sobrevivir mamando de un cadáver inmóvil 

jueves, 6 de octubre de 2011

Estupido

Erase un muchacho estúpido;
Que se creía indestructible
Subido al pedestal del mundo.

Siempre con la cabeza alta,
Se creía dueño de todo y todos,
Y tomó como juego a una muchacha morena

La enamoró, la utilizó y se fue,
Pobre muchacho estúpido
No vio que los pobres también piensan.

Erase una vez un muchacho
Que se creía indestructible
Que no supo que los pobres tenían poder

La muchacha decidió pagarle con la misma moneda
Lo enamoró, jugó con él
Y cuando vio que el amor del estúpido estaba en la cima...
Terminó la partida igual que él

Erase una vez un muchacho estúpido,
Que se creía indestructible,
Pero todo tiene un precio

Tan borracho de amor estaba,
Que cedió todo a su princesa
Y ahora limpia los suelos de mármol
Por los que caminaba cuando estaba en la cumbre
Y observa a su princesa, que mira desde las cortinas de oro
Por las que antaño miraba él

Erase una vez un pobre desgraciado
De corazón duro y alma fantasma
Soñó que era el ombligo del mundo
Pero, tarde o temprano, algo te despierta de golpe